Resurrección predicada a través de la música
Por: Dorothea Ortmann
Dos grandes fiestas marcan el año litúrgico de nuestras comunidades cristianas: el nacimiento de Jesucristo y su resurrección. Significa que la fiesta de la Navidad y la Semana Santa son las fiestas más importantes del año, acompañado, por lo menos en las comunidades evangélicas por la fiesta del pentecostés como tercera referencia, y en las comunidades católicas por la fiesta patronal. Durante su larga trayectoria, en dichas fiestas se manifestaban ciertas costumbres que guardan, en parte, su importancia hasta hoy. Por ejemplo, para expresar la alegría respecto a la resurrección de Jesucristo y su victoria sobre la muerte, se entonaba himnos específicos. Uno de ellos es Cristo yacía en los lazos de la muerte. Resulta que durante la Edad Media alta los actos litúrgicos se dividieron en actos únicamente celebrados por los religiosos, y otros, dirigidos al pueblo. Así que, los himnos conocidos como cánticos gregorianos fueron cantados solamente por los religiosos que formaron sus coros en espacios apartados del resto de la feligresía. Ello podemos observar todavía en la Iglesia de san Francisco de Lima. Allí, el coro se encuentra en lo alto de la Iglesia; en otras iglesias, el coro fue ubicado delante del altar principal, que antiguamente fue separado por una especie de biombo de madera, metal o piedra. Eso significa, que la realización de esos cánticos era un privilegio de las personas que habían consagradas sus vidas al servicio de Dios. El pueblo religioso o podía escucharlo manteniéndose en los lugares asignados para los seglares, o durante la misa entonando las partes de la liturgia que les correspondía. Como toda la misa fue celebrada en latín, no se conocía aun canciones para los creyentes. Pues bien, nuestro himno en cuestión data del siglo XI y formaba parte del tesoro de las partes litúrgicas de Pascua de Resurrección. Más adelante, durante la Reforma, Martin Lutero se basó en este himno y compuso un texto de siete estrofas, además de una melodía sugerente. Entonces en las comunidades protestantes esa canción era una especie de himno para reafirmación de su fe, muy parecido a la función que cumplió el cantico Un Castillo fuerte es nuestro Señor.
En el siglo XVIII un joven maestro de concierto y organista de Weimar en Alemania, que quería postularse para un nuevo puesto de organista en Mühlhausen, tomó aquel himno y compuso de ello una cantata, que es una pieza musical que acompañó el culto protestante en el siglo XVIII, basado en una pequeña orquestra además de un coro. El compositor del cual hablamos era Johann Sebastián Bach (1685-1750), quien con solo 21 años comenzó su carrera primero como organista y luego como cantor del duque Ernesto de Weimar que ejercía allí entre los años 1708 y 1716. Eran los años antes de entrar en los servicios del duque de Köthen, donde compone la mayor parte de su música secular, hasta que finalmente asumió el puesto de cantor en la Iglesia de Santo Tomás en Leipzig. No sabemos con exactitud el año de la composición de la cantata, porque en aquella época de su juventud Bach ejecutaba sobre todo obras de los compositores de su tiempo y muy pocas veces sus propias. Significa que estamos ante una obra de los comienzos de Bach, pero cuando uno la escucha con atención se percibe que presenta ya toda la maestría y arte que el maestro luego desarrollará con toda plenitud. Allí ya están sus famosas cadencias, el contrapunto, la fuga, el bajo continuo, y todo lo demás. Para entender el principio musical de Bach adelantamos en ese lugar una regla un poco simplificada, pero quizás útil. El compositor suele a construir un tema diversificándolo y contraponiendo a disonancias para luego recogerlos y volverlo en sus armonías correspondientes, lo que le da a su obra un carácter armónico y equilibrado. En este caso tomó la melodía que Lutero le daba a la canción como melodía continuada que en el lenguaje musical se llama cantus firmus, acompañándolos con elementos musicales para dar más peso al contenido del texto, como el contrapunto por ejemplo: dos melodías contrapuestas que finalmente se reúnen en una sola.
Pues bien, en la actualidad esa obra Cristo yacía en los lazos de la muerte se ejecuta solamente por intérpretes aficionados de las composiciones de Bach, primero, porque es una obra poca conocida, y segundo, es muy densa, lo que exige mucha atención por parte del oyente. Pero como parece, la obra está en auge, tal es así que los grandes realizadores de la obra de Bach lo han descubierto y comienzan a divulgarlo. Uno de ellos es John Elliot Gardiner, el gran dirigente británico, famoso por su espectacular realización de la Misa en B menor de Bach, entre otras obras de ese compositor. Resulta que él consideró la obra Cristo yacía en los lazos de la muerte digna de presentarlo en el 150 aniversario de los conciertos populares, celebrados cada año en Londres, que cumplen la función de acercar el arte musical al pueblo. Así que, en esos famosos Proms, como se llaman dichos conciertos con sus siglas abreviadas, realizados en el gran auditorio del Rey Alberto (Royal Albert Hall) comparable con el Carnegie Hall de Nueva York, para tener una idea, y transmitido por todo el mundo por la radio. Entonces en dichos famosos conciertos, ante un gran publico que no necesariamente tiene vínculos religiosos, el maestro Gardiner presenta esa obra con un coro reducido de algunos 30 excelentes cantantes, -que para una obra de Bach es realmente un coro pequeño- y una orquesta con instrumentos de la época barroca. Lo fascinante de esa ejecución es la precisión, además observamos un stacatto muy pronunciado (stacatto, del italiano que significa se acorta la nota respecto a su valor original y luego se mantiene una breve pausa, lo que da al cántico un carácter de golpe) en la cuarta estrofa que alude a la lucha entre vida y muerte y así como lo presenta Gardiner hace alusión al cántico hablado, tal como se lo realiza en obras contemporáneas. Lo que significa que el maestro le ha dado una interpretación muy contemporánea y propia. De allí podemos resumir que la música de Bach nunca va a volverse estática, porque hay tantas posibilidades de interpretarla.
¿Qué es tan interesante en ello qué puede llamar nuestra atención? Nos parece que se puede observar en todo ello un significante movimiento: de la música sacra, que fue ejecutada únicamente por los frailes en la época del Medio Evo, y pensado para expresar la gloria de Dios, se vuelve durante la época de Reforma un cántico popular para que el lego pueda reafirmar su fe. Con ello la música sacra pierde su carácter elitista y se torna un ente popular. Pero de todos modos permanece durante muchos siglos únicamente dentro del espacio religioso. Recién en nuestros tiempos aquella música aparece en lugares seculares, aunque guarda su carácter evangelizador, porque toca fibras intimas de espiritualidad que también siente una persona que no es religiosa, pero lo siente como un goce estético.
De esta manera, la música es portadora de evangelización. Nos explicamos. Aunque en el mundo de los músicos ya no se separa entre música sacra y música secular, la música es el medio de excelencia para expresar directamente sentimientos y emociones. En el caso de una pieza musical con contenido religioso, si existe una relación intensa entre el texto y su expresión melodiosa, sobre todo en Bach, quien ha sido un hombre influenciado por el pietismo de su época. En sus grandes oratorios y pasiones, en las cuales a veces aparecen también partes un poco teatral, parecido a una opera, hay de todos modos momentos de un recogimiento tan conmovedor que cualquier persona medianamente sensible se deja tocar en sus fibras íntimas. La expresión religiosa no necesariamente es algo consciente, acompañado por el conocimiento claro de una doctrina, sino puede igualmente manifestarse en la búsqueda y en el anhelo un poco confusa hacia una espiritualidad interior de cada uno de nosotros. Siguiendo a Paul Tillich (1886-1965) afirmamos que la cultura puede ser portadora de la fe, vinculado con el deseo de otorgar sentido a la vida y al cosmos. De ello aprendemos que no está en vano que existen personas con experiencias religiosas profundas que sepan transmitir su experiencia a los demás, no importando con qué método lo hacen, o mediante la palabra, o como en este caso, por la música, igualmente sería posible realizarlo por la pintura y por la arquitectura. La fe no necesariamente se realiza en espacios sagrados, sino puede acontecer en cualquier lugar.
La obra dura 23 minutos, la grabación cuyo link pondremos al final, es del año 2021. Lastimosamente la interpretación es en alemán y los subtítulos en ingles, para las personas interesadas, pueden acceder al siguiente link para tener el texto en alemán y su traducción al inglés: Christ lag in Todesbanden.
Lima, abril 2022. Dorothea Ortmann
Para escuchar y oír la obra en el siguiente video:
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