SEMANA SANTA, ¿cultura religiosa? O ¿despolitización de la praxis de Jesús?
Por: Víctor Manuel Mendoza
La celebración de Semana Santa inicia con Domingo de Ramos y termina con sábado de gloria o Domingo de Resurrección. Intermedio va el jueves santo y el viernes santo, durante los cuales los fieles católicos visitan los Templos de la ciudad. En términos tradicionales la predicación de estos días está llena de alusiones al ‘sufrimiento del Señor’ que ‘murió por nosotros’ [creación paulina]. El Domingo de Resurrección significa la alegría de los fieles porque El Señor ha vencido el hecho de la muerte, en prefiguración de que ellos tampoco quedarán prisioneros de ella, claro, siempre y cuando crean que el que fue ejecutado por sus captores Jesús de Nazaret era verdaderamente el Hijo de Dios. Por supuesto que esta posibilidad tiene que ir acompañada de cierta conducta ‘santa’ es decir, una buena conducta ciudadana, más o menos lo que Pablo advierte en sus cartas “ni borrachos ni prostitutas entrarán al reino de los cielos”. Hasta aquí el hecho cultural. ¿Por qué cultural?
Si miramos en conjunto los tres evangelios bíblicos llamados sinópticos, nos daremos cuenta que existen dos grandes bloques, el de la Pasión y el de la Predicación. Recordemos que la narración de la pasión constituye un protoevangelio, que además fue el primero en ser ‘construido’ teológicamente, y entorno del cual, se construyeron los relatos de la Predicación. Pero, ambos obedecen a dos teologías distintas. El relato de la Pasión fue construido para culminar en la Resurrección [relatos de aparición del resucitado], es decir, para entender a Jesús como parte de la divinidad. Puede ser que el relato de la pasión caminara sola por algún tiempo, pero, es un hecho que al adicionarle el de la aparición del resucitado, esto quedó ya como un solo relato, el hombre Jesús de Nazaret era en verdad Hijo de Dios. El relato de la Pasión tiene como punto culminante la Resurrección, porque si tenía que ‘morir por nosotros’ cómo nos puede asegurar la salvación si no es resucitando. En cambio, el bloque de la Predicación es una teología de la praxis de Jesús y tiene, no como punto culminante como en el caso del relato de la pasión, sino como centro la Proclamación del Reino de Dios. El Evangelio de los ‘Dichos de Jesús’ no tiene la referencia paulina del ‘murió por nosotros’. Dos teologías distintas. Por ello, fue fácil para el realismo de la corriente ‘petrina’, quien llegó a un acuerdo con el poder romano, soslayar esta parte y destacar más la otra, la de la pasión, porque en ella no se habla para nada del Reino de Dios. Esto resultó una larga batalla ideológica que terminó con la aceptación de los escritos joánicos en el canon Neotestamentario, pero tildándolos de místicos y en la idea de que el Reino de Dios pertenece a la era escatológica. Por ello, la Iglesia ya decididamente ‘petrina’ fue aceptada y asimilada como Iglesia Imperial Romana. Desaparecido el Reino de Dios como único legado de Jesús de Nazaret El Mesías, sólo quedó la práctica de la ‘limosna’ [curación de enfermos y donación de comida a los indigentes] y los ‘sacramentos’, como hechos distintivamente cristianos. La predicación actual, sea protestante o católica, ha quedado presa de esta separación ‘teológica’. En Semana santa se predica el sufrimiento y el ‘murió por nosotros’ que terminará en la Resurrección. Claro que algunos teólogos han querido unir ambas teologías, eso en los libros, porque en la práctica ‘eclesial’ resulta sumamente difícil contradecir el ‘hecho cultural’ ahistórico de la celebración de la Semana Santa. Y, para terminar este párrafo, expresaré que la solución no es ‘pegar’ ambos relatos, porque no se trata de dos partes inacabadas, son dos teologías completas. Uno de los que propició esto, Lucas, quiebra la unidad del relato ‘real’ al quitar los dos textos que daban sentido tanto a la predicación como al de la pasión: “Derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías”. Nada de esto se dice ya en el relato de la pasión, allí ya no figuran estos motivos.
Es un hecho que aquí entran a tallar dos conceptos importantes en el quehacer religioso teológico trabajados por Juan Luis segundo. La fe de Jesús y la fe en Jesús. La ‘fe de Jesús’ se encuentra en relación al Reino de Dios, a la práctica libertadora de Jesús. La fe en Jesús es nuestro pensamiento acerca de él como persona única, solitaria, divina. Entonces, ¿qué recordamos en Semana santa? Nuestro propio pensamiento, no la praxis de Jesús de Nazaret El Mesías.
Lo distintivo del cristianismo no es el hecho cultural o religioso de la pasión del Señor que ‘sufrió y murió por nosotros’, sino el hecho político de la Proclamación del Reino de Dios. No es la Resurrección sino el Reino de Dios, es decir, el movimiento libertario liderado por Jesús de Nazaret El Mesías. En los tiempos de Jesús, los relatos de aparecidos y la idea misma de resurrección no era desconocido en ese mundo cultural. Véase sino los avances que en este campo ha resaltado la psicoetnología. Y, para los aventureros políticos de hoy, Jesús de Nazaret El Mesías relacionó la política a la ética, y ahí está el texto bíblico muchas veces relacionado con una especie de ‘viveza’ criolla de parte de Jesús “Les aconsejo que usen [busquen] las falsas riquezas de este mundo para ganarse amigos, para que cuando las riquezas se acaben, haya quien los reciba a ustedes en las viviendas eternas” [Lucas 16, 9]. Esta es la versión que comúnmente se usa, muy conveniente en verdad para muchos que buscan puestos de trabajo o consultorías muy bien remunerados por parte de un Estado embarrado en corrupción [favorecimientos a Empresas y familiares], y como compensación al apoyo de los que así les pagan. Pero, según la traducción hecha del griego bíblico, debe decir: “Y yo os digo: Haced amigos apartándoos del injusto dinero” [José Cervantes Gabarrón]. La bandera de la ética es algo central en la praxis de Jesús y lo que debe destacarse en esta SEMANA SANTA, en que los tres últimos gobiernos, que están llevando el país a una gran crisis social, embarrados en corrupción y copamiento del Estado bajo el dicho maquiavélico: para mis amigos todo, para mis enemigos la ley.
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